Las guitarras nuevas también lloran
Como en aquella lejana telenovela mexicana que aseguraba que los ricos pueden llorar, ahora parece necesario insistir en que las guitarras nuevas también tienen sentimientos y se emocionan. Si han salido de las manos de un lutier, de un único maestro lutier, naturalmente. Que frente a una vieja no les falta ni nervio ni pasión, que su madera y sus cuerdas no están desescaladas ni crujen ni se abren. Que tampoco les falta ni oído ni aun memoria, toda la memoria por ocupar, nada menos.
Un ejercicio de comparación
Las comparativas son tan inevitables como reveladoras, pero un ejercicio de comparación aquí no es tan sencillo. No lo es porque una guitarra, como cualquier instrumento musical, no rellena alegremente un bodegón o yace en una vitrina sin más. Una guitarra permanece viva, reclama atenciones. Y, porque, aun habiendo salido ambas guitarras de las manos de un único lutier, única forma de llegar a enfrentar ejemplares únicos, si la guitarra veterana no ha caído en buenas manos, que supiesen arrancarle la mejor música y sabido cuidar, o ha pasado por diferentes propietarios o reparaciones, juega claramente con desventaja frente a una nueva de iguales características.
Las propiedades de la madera
El envejecimiento de la madera en sí mismo tampoco garantiza una mejor sonoridad prolongada en el tiempo. De nuevo, aun habiendo sido construidas con el duramen de maderas similares que permita lograr la mejor resonancia, sus propiedades físicas y mecánicas difícilmente permanecen inalterables con el paso de los años. El envejecimiento exigible al duramen de la madera empleado, que ya es de por sí exigente cuando llega al taller del lutier con décadas de existencia, ni puede medirse de forma inequívoca ni mejora inexorablemente con los años acumulados, al igual que ocurre con la intensidad de la iluminación sobre una superficie aumentando sin límite el número de focos.
A las propiedades de la madera en sí misma, como son la elasticidad o densidad, hay que ir sumando luego de forma tan personalizada como primorosamente pudiera interpretarse una partitura, el espesor y arqueo de las piezas, la elasticidad, densidad y amortiguamiento interno de todos y cada uno de los elementos de madera que irán abrazándose hasta armarse cuidadosamente y dar con el cuerpo entero de una guitarra recién hecha, con su huella dactilar única y latente. (Prescindamos aquí de otros materiales que completan el acabado necesario.)
Las cuerdas
A diferencia de la madera, la variación histórica en el uso de materiales para la fabricación de las cuerdas ha conseguido una evolución uniforme y estable desde las tripas de animal hasta el nailon (para guitarras clásicas y flamencas en particular) y la fibra de carbono (para las acústicas), sobre la observación y experiencia del aeromodelismo aplicado, que deja poco margen a la duda. El empleo de uno u otro de los nuevos materiales sintéticos vendrá marcado por el estilo de música.
El buen criterio
Aunque pudiese parecer enojosa y disuasoria una comparativa de estas características, nada más lejos de la realidad. El comprador, un guitarrista con criterio, sensibilidad y buen oído, simplemente tendrá que acercarse al taller de un maestro lutier, preguntar y probar una guitarra de su elección después de haber echado el ojo a una añeja para compararla. La decisión está en sus manos.